lunes, 2 de febrero de 2009

DEL AMOR AL COMPROMISO


extractos del artículo de Steven Carter y Julia Sokol



Al hablar de amor y compromiso, en realidad estamos hablando de nuestra capacidad para relacionarnos.

Cuando nos relacionamos con alguien (o algo), nos ponemos a su disposición. Una relación amorosa se define por el grado de compromiso y disponibilidad de ambas partes. Cuando establecemos un compromiso con otra persona, accedemos a estar disponibles y declaramos nuestra sincera intención de mantener ese vínculo.

Las relaciones sobreviven o fracasan según el nivel y la intensidad del vínculo entre las dos partes. Si no hay un vínculo profundo, sólido y significativo, es difícil que la relación sobreviva.

Al hablar de relaciones también tenemos que hablar de la capacidad para hacer frente a las separaciones. Porque el modo en que afrontamos una separación puede ser tan revelador como nuestra actitud ante el compromiso.

Los “compromisofóbicos” suelen tener graves problemas para hacer frente a las separaciones. Y en muchos casos tratan de abreviar el proceso o esquivarlo. A veces establecen relaciones íntimas que son tan precipitadas como inadecuadas. Otras, marcan límites para evitar que haya una relación auténtica.

El amor es un proceso, no una solución y muchos de nosotros no queremos creerlo. En nuestra adolescencia pensamos que el amor es algo mágico que lo cambia todo para siempre. Creemos que el amor cambia las cosas como por arte de magia. Y muchos, incluso en la madurez, seguimos con esa visión idealista de las relaciones amorosas.

Un nuevo romance tiene una emoción especial, pero eso es sólo el comienzo de una relación amorosa. El amor tiene que evolucionar y cambiar a medida que crece.

Para establecer una relación íntima, cada uno de los miembros de la pareja debe abrirse al otro mediante sus actos, palabras y sentimientos. Es necesario que ambos sean capaces de permanecer unidos el tiempo suficiente para que se forme un vínculo.

Los vínculos se crean y se refuerzan a través de las conversaciones y el contacto social, las relaciones sexuales y las experiencias que compartimos. Las relaciones íntimas se consolidan compartiendo emociones, problemas y confidencias, sin olvidar los vínculos que se forman cuando no hacemos nada importante pero lo hacemos juntos.

Hay una serie de retos fundamentales que se interponen entre nosotros y las relaciones que nos merecemos, y nos topamos con ellos cada vez que intentamos conectar con alguien. No dependen de nosotros ni de nuestras relaciones. En cierto sentido, son arquetipos que definen la relación en sí.


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