martes, 3 de febrero de 2009

Cosas que podemos hacer para elevar nuestra autoestima


(Nathaniel Branden)
Entre la autoestima y nuestros actos existe una causalidad recíproca. Es decir, ambos se influyen mutuamente. Así, por ejemplo, si bien es cierto que si me quiero más a mí mismo posiblemente seré capaz de tener mejores relaciones con los demás, no es menos cierto que si soy capaz de hacer determinadas cosas con éxito, por ejemplo fijarme metas y cumplirlas, eso también aumentará mi autoestima.


He aquí, pues, algunas cosas que podemos hacer para elevar nuestra autoestima:

Evitar lastimarnos a nosotros mismos
. Aprender a tratarnos con respeto y comprensión, a hablarnos en términos positivos en lugar de “machacarnos” con pensamientos derrotistas o juicios excesivamente críticos y despiadados, y a dejar de lado hábitos y conductas destructivas. Para ello podemos utilizar, entre otras, las técnicas del pensamiento positivo o la planificación de objetivos –explicadas en artículos anteriores de esta revista- o, buscar ayuda terapéutica, en caso necesario.
Aprender a decir “no” , a no dejarnos manipular por chantajes afectivos, etc. A menos que algo esté dentro del ámbito de nuestras responsabilidades, no tenemos obligación de realizarlo. Y menos bajo coacción o amenaza. Como contrapartida, debemos estar dispuestos a aceptar que los demás puedan negarse a satisfacer algunas de nuestras demandas.
Considerar nuestras necesidades de supervivencia y bienestar físico y emocional como prioritarias. Las actitudes de “mártir” o de “víctima sacrificada por el bienestar de los demás” terminan pasándonos o pasándoles a los otros, tarde o temprano, una elevada factura que se puede traducir en enfermedades físicas o psíquicas, baja autoestima, rencores y resentimientos soterrados susceptibles de explotar en cualquier momento, etc. Sólo a partir de la satisfacción de nuestras necesidades básicas, podremos atender adecuadamente a las de los demás.

Convencernos de que no necesitamos hacer nada especial para considerarnos seres humanos valiosos. Somos valiosos, y dignos de amor y respeto, por el mero hecho de existir y no necesitamos hacer nada especial para merecerlo, más allá de asumir unas reglas mínimas de convivencia y de respeto mutuo. En otras palabras, no somos lo que hacemos- y mucho menos lo que tenemos- y cometer errores no nos convierte tampoco automáticamente en personas malas o indignas.
Arriesgarnos para conseguir aquello que queremos, actuar en lugar de solamente “soñar” con hacer cosas, comprometernos con aquello que realmente nos importa, decidir acerca de las cosas importantes en nuestra vida, ser actores en lugar de meros espectadores y no abandonar a la primera dificultad. Y pensar si estamos viviendo realmente nuestra propia vida, o bien estamos viviendo la que otros nos han asignado.
Asumir plena responsabilidad por lo que sucede en nuestra vida y , de la misma manera, no asumir responsabilidades ajenas . Ello implica, por un lado, evitar actitudes culpabilizadoras o derrotistas, poniendo nuestra energía en lo que nosotros podemos hacer para mejorar las cosas y no en meditar acerca de la mala suerte que tenemos, en cómo “debería” ser la vida o en lo que los demás “deberían” cambiar. Y, por otro lado, implica no dejarnos chantajear por sentimientos o reacciones de otras personas con actitud victimista o manipuladora ni crearnos obligaciones que atenten contra nuestro bienestar y derechos humanos básicos.
Tomar nuestras propias decisiones en lo referente a nuestra vida . Tenemos derecho a ser protagonistas de nuestra vida, lo cual implica tener el coraje de decidir por nosotros mismos y responsabilizarnos de hacia donde queremos ir. Podemos escuchar a todos, pero en última instancia la decisión final de lo que hacemos con nuestras vidas nos corresponde a nosotros.
Aceptar como lícitos y naturales todos nuestros pensamientos , sea cual sea su naturaleza, teniendo presente que hay una enorme diferencia entre pensar algo y hacerlo. Yo puedo sentir rabia, o deseos de agredir a alguien, o puedo tener fantasías sexuales que me avergüencen, etc. pero por el sólo hecho de pensarlo no me convierto automáticamente en una mala persona ni soy culpable de nada. Es más bien la represión o la negación de aquello que pensamos o sentimos lo que suele causar problemas al provocar una escisión dentro de nosotros mismos.
Buscar el lado positivo de las cosas . Cuando las cosas no salen como yo quisiera, puedo amargarme pensando en la mala suerte que he tenido o puedo buscar el lado positivo de la situación o la forma de solucionar el problema. Puedo pasar del “¿Por qué me ha de pasar esto a mí?” a “¿Qué puedo hacer para...?”.
En momentos difíciles de nuestras vidas, procurar mantener nuestras rutinas, aún cuando nos parezcan carentes de sentido . Es decir, seguir haciendo lo que solíamos hacer habitualmente –por ejemplo: acudir al trabajo, llamar a los amigos, practicar un deporte, etc.- en la medida de lo posible. Ello nos dará una sensación de estabilidad que nos ayudará a recuperar la paz interior.
Cuidar nuestra salud con una dieta equilibrada, ejercicio regular, etc.
Reservarnos cada un día un tiempo para nosotros, un espacio para hacer cosas que nos gusten hacer, para descansar y reflexionar, para recuperar nuestras energías y nuestras ganas de vivir.
No preocuparnos excesivamente por la impresión que causaremos en los demás y aceptarnos tal como somos , con nuestra personalidad única y singular, en lugar de esforzarnos por ser iguales y seguir al rebaño. Nuestra diferencia es también riqueza y, si en lugar de escondernos de ella, tenemos el valor de aceptarla y expresarla, mejorará nuestra autoestima y la calidad de nuestras relaciones con los demás.
Mejorar nuestra capacidad para resolver problemas y , al mismo tiempo, ser capaces de buscar ayuda cuando la necesitemos .
Ser flexibles con nosotros mismos. Fijarnos grados de exigencia realistas en lugar de pretender hacer las cosas perfectas. Ser indulgentes con nosotros mismos cuando nos equivocamos, aprendiendo de nuestros errores en lugar de culpabilizarnos.
Aprender a comunicarnos de forma eficaz , con capacidad para expresar nuestros deseos y necesidades de forma asertiva y no violenta, de defender nuestros propios derechos sin dejarnos manipular ni manipular a los demás.
Procurar orientar nuestra vida hacia el “ser” más que hacia el “tener ”. Dar prioridad a los valores humanos más auténticos, al propio crecimiento personal y a la calidad de vida y de las relaciones que mantenemos con los demás antes que a la posesión de objetos, estatus social o riqueza material. Más allá de un mínimo necesario para vivir con dignidad, lo que importa realmente no es lo que tenemos sino lo que somos y cómo nos sentimos, en lo más profundo de nuestro ser, con la vida que estamos viviendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario